Si en una
coctelera mezclamos una buena cantidad de impulsos primigenios, suficiente
capacidad cognitiva, algo de aptitud para ir más allá de los impulsos (razonamiento)
obtendremos un ser perteneciente a la especie humana. Ahora agregaremos
EMOCIONES.
Ya tenemos a nuestro lector ideal, una persona.
Desde el
punto de vista filosófico esta palabra expresa la singularidad de
cada individuo de la especie humana.
Las
emociones surgen de una experiencia interior personal e intuitiva. Gran parte de
una obra literaria se origina en el universo personal del escritor. Esta energía
funciona como un detonante para dar forma a los sentimientos que una historia
le provocan. Las emociones hacen que el escritor sienta la imperiosa necesidad
de contar esa historia y no otra. Por otra parte esas mismas emociones cautivan
al lector haciendo que se convierta en parte activa.
¿Qué son las
emociones?
¿Por qué tienen
esa fuerza?
Emoción proviene del latín emotĭo,
que significa «movimiento o impulso»,
«aquello que te mueve hacia». Estas
reacciones psicofisiológicas representan el modo de adaptación de las personas
ante determinados estímulos.
Hay una
serie de elementos que nos animan a abrir un libro y mirar con entusiasmo su
interior (la portada, el poder persuasivo de la sinopsis, las primeras frases,
una reseña…), pero solo conectaremos con él, con la historia que necesita
contarnos si existe una correspondencia a nivel sentimental, si se genera ese
impulso que nos haga seguir leyendo. Toda obra literaria que trasmita
eficazmente una emoción potencia la
exaltación de la misma en los lectores. Recién entonces se produce un vínculo
sutil que le permite al lector vivir una realidad invisible, adivinar los
pensamientos de los personajes y hasta anticiparse a las intenciones del
escritor.
¿Se puede mejorar la capacidad de trasmitir emociones?
La respuesta es SI
Hay
elementos literarios que canalizan y ayudan a trasmitir las emociones que el
escritor quiere plasmar. Debemos destacar que un lenguaje rico usado con cierta
destreza trasmite una pequeña carga sentimental.
“La vida es
monstruosa, infinita, ilógica. La literatura no imita a la vida sino su
discurso, no imita los actos humanos sino los énfasis y los silencios con los
que los humanos hablan de ellos”.
Robert Louis Stevenson
Debemos
recordar que recurrir a asociaciones emocionales fáciles o a la descripción de
historias verídicas cargadas de dramatismo no es crear un texto cargado de
emociones
Antes de comenzar a escribir hay una serie de preguntas obligatorias.
a. ¿Qué historia quiero contar?
(Analizar la carga emotiva personal y social)
Debemos
identificar que sentimiento queremos transmitir. Suele ser muy útil desarrollar
una “hoja de ruta sentimental” en ella colocaremos las emociones que queremos
atribuir a las distintas etapas de nuestra historia. No es necesario ahondar demasiado,
solo un boceto. Más tarde se trabajará con más detalle la “hoja de ruta
sentimental” de las principales escenas, aquellas que definen lo que queremos
contar.
b. ¿Cuáles son los personajes?
¿Quién llevará la historia? ¿Contra qué deberá luchar? ¿Estará
solo o tendrá ayuda? Cada uno de los integrantes verá la historia con ojos muy
distintos, la sentirá con mayor o menor intensidad y, aquí está la clave,
tendrá una motivación que deberemos plasmar de forma única y exclusiva para él.
c.
¿Dónde lo
sitúo?
Espacio tiempo donde transcurre la historia. La “ambientación” suele ser un elemento
clave para interpretar la historia porque es el recurso literario que nos
conecta con el exterior, con el medio social, cultural, político. Las descripciones y las ambientaciones tienen un valioso poder
evocador para crear un estado emocional que afecte tanto al lector como al
personaje.
d.
¿Cuál es el
mensaje?
La esencia de lo que el autor quiere transmitir. Si preguntamos a
un escritor “de que trata su libro” este responderá con el mensaje que ha intentado
transmitir, “habla de los celos profesionales”, “es una denuncia sobre el abuso
de las farmacéuticas”, sobre amores no correspondidos”…
El tema está íntimamente ligado con el mundo interior del escritor,
por esa razón suelen tener una intensa carga emocional.
e.
¿Qué voz
narrativa me pide la historia?
Una obra de ficción narrativa siempre necesita de un narrador con
un ángulo de visión muy personal, “un enfoque narrativo”. El foco determina el
espacio narrativo y mide la distancia entre el narrador los personajes y los
lectores.
Más importante que elegir el tipo de narrador es definir con qué
tipo de voz nos hablará. ¿Hablará desde la cercanía, la confianza, desde la
intimidad? ¿Será un narrador cargado de conocimientos que nos habla desde su
visión general? ¿Qué emociones va a trasmitir? Una voz narrativa propia nos
permite acercarnos o distanciarnos de los personajes. Es muy importante hallar nuestra
“conciencia central” nuestro canal emocional desde el que contar la historia.
Los lectores aprecian una obra con buen
gusto. Las palabras escritas con estilo pueden convertirse en un fuerte
trasmisor de sentimientos. Un autor que conoce las herramientas técnicas y de
estilo, si aprende a mirar hacia su interior, a realizar un mapa de sus
sensaciones y sabe que quiere transmitir y de qué manera, sin lugar a duda hallará
su voz, su estilo propio para escribir la historia que debe contar
Los libros
están hechos de emociones. Como buenos lectores nos sumergimos entre sus
páginas para vivir las inquietudes de los protagonistas.
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